La tormenta perfecta dejó a su paso el drama de miles de familias expulsadas de sus domicilios y muchas zonas con un paisaje desolado de urbanizaciones fantasma, vestidas con aceras sin tráfico y farolas que alumbran la soledad. La burbuja inmobiliaria (3,5 millones de viviendas terminadas entre 2000 y 2006) fue de la mano de una burbuja hipotecaria (6.121.037 de créditos concedidos) y desencadenó, como si de un fenómeno meteorológico se tratara, una violenta reacción en cadena en forma de ejecuciones hipotecarias. Durante los últimos siete años se han producido más de 570.000 ejecuciones y hay otras 215.000 esperando su turno en los juzgados. La resaca de la burbuja hipotecaria todavía no ha desaparecido.
Este temporal de ejecuciones hipotecarias no se ha comportado con la misma intensidad en todas las partes de España. El geógrafo Ricardo Méndez y su equipo de expertos del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) estudiaron ese triple fenómeno con los últimos datos disponibles en 2014 para localizar las zonas más afectadas. En municipios como el de Fuengirola (Málaga), las ejecuciones hipotecarias llegaron a multiplicarse por 13 (1.340%) durante la recesión, o Vera (Almería), donde los procesos judiciales aumentaron un 1.191%. El mayor trabajo de los juzgados de primera instancia se extendió sobre todo por las localidades mediterráneas de Andalucía y Murcia, aquellas áreas donde se propagó sin rubor la fiebre urbanizadora. Otras regiones con fuertes incrementos fueron las áreas de influencia de las dos grandes capitales: Madrid y Barcelona; o los alrededores de Zaragoza y localidades cercanas a los Pirineos.
Pero no todo fueron urbanizaciones de viviendas en los años del cemento. España construyó mucho con el combustible del crédito barato y a esa dinámica imparable se incorporaron los inmuebles empresariales, las naves industriales y logísticas, las oficinas y los comercios. La ruina y el desahucio llegó también a los empresarios. En este sentido, algunas localidades españolas representan con más fidelidad la variedad de víctimas de la burbuja hipotecaria, donde se alternan la ciudad fantasma y el polígono desértico. Se trata de la comarca toledana de La Sagra y el corredor del Henares (Guadalajara) en la influencia del cinturón metropolitano de Madrid.
Un buen ejemplo de la burbuja logística e industrial se encuentra en Zaragoza. Las autoridades aragonesas apostaron fuertemente por convertir a Zaragoza capital en el gran centro logístico español, a la vista de su centralidad con Madrid, Barcelona, Valencia y el País Vasco, donde se concentra gran parte de la capacidad industrial de España. Nació, entonces, la fiebre de los polígonos en Aragón. "En el año 2000, Zaragoza contaba con 38,6 millones de metros cuadrados en polígonos industriales. Ahora tiene 110 millones, casi ha triplicado aquella cifra. El problema es que en Zaragoza hay ahora el mismo número de empresas que en 2001".
Pero aquella explosión logística no se hizo realidad. Ahora en Aragón es tanta la oferta de naves y terrenos industriales que algunos ayuntamientos hacen singulares ofertas. Tal es el caso de Aguaviva, que oferta suelo industrial a 0,60 euros el metro cuadrado. O el de Calatayud, que ha ofertado naves municipales a coste cero. Aragón sirve como compendio de la resaca urbanística, ejemplo que se podría trasladar a muchas zonas de España donde se ha querido crecer al calor del dinero fácil creando un espejismo de cemento.
Fuente: elpais.com
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